Adriana Salazar

Feria ArteBA | ARCADIA | Texto Manuela Ochoa

Ejercicios de Desaparición

Adriana Salazar ha buscado maneras de construir algo que se muestre extremadamente frágil, un testimonio de la desaparición de la frontera que divide aún a los sujetos y a los objetos. Este pensamiento se ha impuesto en ella al observar cómo opera la vida contemporánea en un contexto particular: el sujeto contemporáneo vive, trabaja y opera dentro de un sistema que aniquila su condición de sujeto, que lo convierte, por enajenación, en un objeto.

Ejercicios de desaparición indaga sobre algunas implicaciones que surgen al suprimir las diferencias entre sujeto y objeto. Cuando una multitud de espectadores presenciaron la desintegración de la obra de arte en Homenaje a Nueva York de Tinguely, esta supresión ya había sido declarada para el arte. En La Colonia Penitenciaria de Kafka, las diferencias entre el condenado y su condena desaparecen por la acción de un dispositivo. Cuando este dispositivo penitenciario falla, el condenado es penetrado por la condena, y muere sin darle cumplimiento.

Tanto la obra que amenaza con autodestruirse, como la máquina que aniquila al sujeto, constituyen puntos de partida para la construcción de tres líneas problemáticas que han estado presentes en este proceso, como fantasmas.

La primera línea problemática reflexiona sobre la sustancia material inestable del objeto, que es confundida, referenciada y comparada con la fisicalidad del cuerpo del sujeto. Un ejemplo de esta confusión es Sombrilla Rota: un objeto inútil y abandonado puede adquirir la expresividad de un cuerpo que sufre.

La segunda línea problemática señala la desaparición del sujeto como una presencia corporal diferenciada y única. Mediante esta línea problemática, la artista se ha acercado a la falta de conciencia que se tiene sobre la subjetividad propia, debido a la preponderancia de un pensamiento consensual. En Falda, una prenda animada se levanta para mostrar, en lugar de un cuerpo, el vació que oculta debajo. En Autorretrato, la claridad del reflejo de quien se mira en un espejo se convierte en una imagen borrosa y confusa.

La tercera línea problemática se refiere a cómo el sujeto y el objeto son considerados iguales bajo la perspectiva del valor de cambio para el capitalismo. En Monedas Borradas y Cincuenta Mil, el dinero se convierte en una metáfora de cómo esta devaluación determina a su vez otra devaluación: la pérdida de valor de un sujeto cuando es desposeído de los objetos que delimitan su realidad.

 

EJERCICIOS DE DESAPARICION

Por: Manuela Ochoa

Las construcciones de Adriana Salazar están hechas a mano con objetos comunes y corrientes: 50 billetes de mil pesos, monedas raspadas, una sombrilla dañada, una falda vieja y un espejo cosmético. Se mueven sin estar vivos y dialogan con el espectador al evocar nociones de la vida cotidiana, comportamientos sociales y políticos profundamente fijados en nuestra rutina. El espejo cosmético tiembla, los billetes de mil pesos pierden su forma, las monedas se desvalorizan, la falda vieja revela lo que no está mientras la sombrilla se abre y se cierra. Los objetos se vuelven sujetos, las imágenes se borran.

Mirar las obras de Salazar es un ejercicio que va más allá de la contemplación. Es difícil conocerlas y no preguntarse qué intentan hacer, por qué lo hacen, si se detienen en algún momento. Son objetos que actúan, reproducen imágenes y gestos cotidianos. Su repetición perturba los espacios silenciosos de exposición hasta lo poético.

Estos movimientos reiterativos hacen desaparecer los significados, las identidades, los cuerpos y los valores. Las funciones de las cosas -como estamos acostumbrados a verlas- se transforman y logran inquietantes presencias cuando se descontextualizan, cuando se agitan por medio de motores y sensores o cuando se intervienen con un gesto que se repite una y otra vez. Los límites entre la realidad y la ficción se desvanecen cuando los objetos y los sujetos son intercambiables, cuando sus funciones se desprenden de lo conocido.

Las construcciones de Adriana Salazar no son máquinas. No tienen una finalidad útil ni están hechas para servir al hombre. Son construcciones pensadas para imitarlo, obsesivo y neurótico, con imperfecciones y errores que se repiten. Son mortales y frágiles.

FERIA ARTEBA

Maestra Plástica de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá, realiza actualmente una maestría en filosofía en la Universidad Javeriana también en Bogotá, donde se ha desempeñado como dicente en la facultad de Artes Visuales.

Su obra gira en torno a la noción de “máquina”, y bien como afirma ella:

“Se podría pensar, en principio, que estas “máquinas que hacen cosas” imitan acciones humanas, o que son una especie de caricatura de la tecnología. Lo cierto es que, ni son imitación, ni son caricatura: cada máquina tiene la capacidad de producir un gesto, es decir, un movimiento único que no se puede repetir, y en ese sentido, que no se puede asimilar a la imitación o a la tecnología. Esto es posible, primero, porque las acciones que cada una realiza no tienen una finalidad más allá que la del movimiento mismo. Segundo, ellas producen desfases de tiempo que hacen que un movimiento sea el resultado de velocidades dispares, o de discontinuidades en los giros de un motor. Por esto producen gestos, movimientos que Hacen una diferencia: hacen cosas, pero hacen cosas que no tienen lugar en el orden Regular de las cosas.”

Ha participado en exposiciones colectivas como Antecámara, ARTBO (Bogotá, 2006), ARTBO, Galería Dabah-Torrejón, (Bogotá, 2006), Historia, Arte y Naturaleza, Proyecto de intervenciones, Museo Quinta de Bolívar (Bogotá, 2005), Kent Explora, Muestra organizada por la British American Tobbaco (Bogotá, Cali, Medellín, 2003), Animalandia, Museo de Arte de la Universidad Nacional (2002), Fotógrafos Jóvenes, Centro Cultural del Convenio Andrés Bello (Bogotá, 2002) y exposiciones individuales entre las que se cuentan Medida, Alianza Colombo Francesa (Bogotá, 2006), Máquinas que hacen cosas y cosas hechas con la mano, Taller 302 (Bogotá, 2005), La importancia de estar en silencio mientras se mira, Callejón de las Exposiciones del Teatro Jorge Eliécer Gaitán, Bogotá (2003).

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